Las carnes (continuación de “las proteínas”) - Consejo Sobre el Régimen Alimenticio por: Elena G. White
El régimen a base de carne—Un resultado del pecado
639.
Dios dio a nuestros primeros padres el alimento que él había
establecido que la raza humana debía consumir. Era contrario a su plan
que se quitara la vida a ningún ser viviente. No había de haber muerte
en el Edén. El fruto de los árboles del huerto constituía el alimento
exigido por las necesidades del hombre. Dios no dio al hombre permiso
para consumir alimentos animales hasta después del diluvio. Todo aquello
a base de lo cual el hombre pudiera subsistir había sido destruido, y
por lo tanto el Señor, a causa de la necesidad humana, dio a Noé permiso
para comer de los animales limpios que había llevado consigo en el
arca. Pero el alimento animal no era el artículo de consumo más
saludable para el hombre.
La
gente que vivió antes del diluvio comía alimentos de origen animal y
gratificaba su apetito hasta que se colmó la copa de la iniquidad, y
Dios limpió la tierra de su contaminación moral mediante el diluvio.
Entonces descansó sobre la tierra la tercera maldición terrible. La
primera maldición se pronunció sobre la posteridad de Adán y sobre la
tierra, a causa de la desobediencia. La segunda maldición vino sobre la
tierra después que Caín mató a su hermano Abel. La tercera y más
terrible maldición de Dios vino sobre la tierra con el diluvio.
Después
del diluvio la gente comía mayormente alimentos de origen animal. Dios
vio que las costumbres del hombre se habían corrompido, y que él estaba
dispuesto a exaltarse a sí mismo en forma orgullosa contra su Creador y a
seguir los dictámenes de su propio corazón. Y permitió que la raza
longeva comiera alimentos de origen animal para abreviar su existencia
pecaminosa. Pronto después del diluvio la raza humana comenzó a decrecer
en tamaño y en longevidad.—Spiritual Gifts 4:120, 121 (1864).Depravación de los antediluvianos
640.
Los habitantes del mundo antiguo comían y bebían con intemperancia.
Consumían carne aunque Dios no les había dado permiso para comerla.
Comían y bebían con exceso, y sus apetitos depravados eran ilimitados.
Se entregaron a una idolatría abominable. Se tornaron violentos y
feroces, y tan corrompidos, que Dios no pudo soportarlos durante más
tiempo. Su copa estaba rebosante de iniquidad, de modo que Dios limpió
la tierra de su contaminación moral mediante un diluvio. A medida que
los hombres se multiplicaban después del diluvio, se olvidaron de Dios y
se corrompieron delante de él. Toda forma de intemperancia aumentó en
gran medida. [How to Live, 52.]—Mensajes Selectos 2:476 (1865).
El fracaso y la pérdida espiritual de Israel
641.
El régimen señalado al hombre al principio no incluía ningún alimento
de origen animal. Hasta después del diluvio cuando toda vegetación
desapareció de la tierra, no recibió el hombre permiso para comer carne.
Al
señalar el alimento para el hombre en el Edén, el Señor demostró cuál
era el mejor régimen alimenticio; en la elección que hizo para Israel
enseñó la misma lección. Sacó a los israelitas de Egipto, y emprendió la
tarea de educarlos para que fueran su pueblo. Por medio de ellos
deseaba bendecir y enseñar al mundo. Les suministró el alimento más
adecuado para este propósito, no la carne, sino el maná, “el pan del
cielo”. Pero a causa de su descontento y de sus murmuraciones acerca de
las ollas de carne de Egipto les fue concedido alimento animal, y esto
únicamente por poco tiempo. Su consumo trajo enfermedades y muerte para
miles. Sin embargo, nunca aceptaron de buen grado la restricción de
tener que alimentarse sin carne. Esto siguió siendo causa de descontento
y murmuración, en público y en privado, de modo que nunca revistió
carácter permanente.
Al
establecerse en Canaán, se permitió a los israelitas que consumieran
alimento de origen animal, pero bajo prudentes restricciones encaminadas
a mitigar los malos resultados. El uso de la carne de cerdo quedaba
prohibido, como también el de la de otros animales, de ciertas aves y de
ciertos peces, declarados inmundos. De los animales declarados
comestibles, la grasa y la sangre quedaban absolutamente proscritas.
Sólo
podían consumirse las reses sanas. Ningún animal desgarrado, mortecino,
o que no hubiera sido cuidadosamente desangrado, podía servir de
alimento.
Por
haberse apartado del plan señalado por Dios en el plan de alimentación,
los israelitas sufrieron graves perjuicios. Desearon comer carne y
cosecharon los resultados. No alcanzaron el ideal de carácter que Dios
les señalara ni cumplieron los designios divinos. El Señor “les dio lo
que pidieron; mas envió flaqueza en sus almas” Salmos 106:15,
VM. Preferían lo terrenal a lo espiritual, y no alcanzaron la sagrada
preeminencia a la cual Dios se había propuesto que llegasen.—El Ministerio de Curación, 240, 241.
El régimen sin carne ha de modificar el temperamento
642.
El Señor le dijo claramente a su pueblo que recibiría todo tipo de
bendición si guardaba sus mandamientos, y era un pueblo peculiar.
Amonestó a sus hijos por medio de Moisés en el desierto, especificando
que la salud sería la recompensa de la obediencia. El estado de la mente
tiene que ver mayormente con la salud del cuerpo, y en forma especial
con la salud de los órganos digestivos. Por lo general, el Señor no
proveyó para su pueblo alimentos a base de carne en el desierto, porque
sabía que el uso de ese régimen crearía enfermedad e insubordinación. A
fin de modificar la disposición, y con el propósito de poner en activo
ejercicio las facultades más elevadas de la mente, quitó de ellos la
carne de los animales muertos. Les dio, en cambio, alimento de ángeles,
maná del cielo.—Manuscrito 38, 1898.
Rebelión y castigo
643.
Dios continuó alimentando a la hueste de los hebreos con el pan que
llovía del cielo; pero ellos no estaban satisfechos. Su apetito
depravado exigía imperiosamente carne, que Dios en su sabiduría no les
había provisto... Satanás, el autor de la enfermedad y la aflicción, se
acercará al pueblo de Dios por donde pueda tener mayor éxito. El ha
controlado el apetito en gran medida, desde el tiempo en que logró el
éxito en el experimento que hizo con Eva, al inducirla a comer de la
fruta prohibida. El primeramente se dirigió con sus tentaciones a la
multitud mixta, a los egipcios creyentes, y los indujo a quejarse
sediciosamente. No querían contentarse ellos con los alimentos
saludables que Dios les había provisto. Su apetito depravado exigía una
mayor variedad, especialmente carne.
Este
descontento pronto infectó casi la totalidad del pueblo. Al comienzo,
Dios no complació su apetito pecaminoso, sino que hizo que sus juicios
cayeran sobre ellos, y consumió a los más culpables por medio de rayos
procedentes del cielo. Este castigo, en lugar de humillarlos, al parecer
tan sólo aumentó sus quejas. Cuando Moisés oyó que el pueblo lloraba a
la puerta de sus tiendas, y que se quejaba por sus familias, quedó muy
disgustado. Presentó delante del Señor las dificultades de esta
situación, y el espíritu revoltoso de los israelitas, y la posición en
la cual Dios lo había colocado ante el pueblo: la de un padre protector,
quien debía sentir en carne propia los sufrimientos del pueblo...
El
Señor indicó a Moisés que reuniera delante de él a setenta ancianos,
que él identificara como ancianos del pueblo. No debían ser solamente
personas de edad avanzada, sino hombres de dignidad, sano juicio y
experiencia, que estuvieran calificados para ser jueces u oficiales. “Y
tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo. Y
yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en
ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la
llevarás tú solo.
“Pero
al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque
habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer
carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará
carne, y comeréis. No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni
diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta que os salga
por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová
que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo:
¿Para qué salimos acá de Egipto?
“Entonces
dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el pueblo en medio del cual yo
estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un mes entero! ¿Se
degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿O se juntarán
para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto? Entonces
Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová?
Ahora verás si se cumple mi palabra, o no...
“Y
vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar, y las dejó sobre
el campamento, un día de camino a un lado, y un día de camino al otro,
alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la faz de la tierra.
Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y
todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió
diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del
campamento.
“Aún
estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada,
cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al
pueblo con una plaga muy grande”. Números 11:16-33.
En
este caso el Señor dio al pueblo lo que no era para su mayor bien,
porque éste lo quería tener. Ellos no quisieron resignarse a recibir del
Señor las cosas que resultarían para su bien. Se habían entregado a una
murmuración sediciosa contra Moisés, y contra el Señor, porque no
habían aceptado el conocimiento de las cosas que los perjudicarían. Su
apetito depravado los dominó, y Dios les dio carne, como deseaban, y
permitió que sufrieran los resultados producidos por la gratificación de
su apetito sensual. Fiebres ardientes destruyeron a un gran número del
pueblo. Los que habían sido más culpables en sus murmuraciones murieron
tan pronto como probaron la carne que habían codiciado. Si hubieran
aceptado que el Señor les eligiera los alimentos y si hubieran estado
agradecidos y satisfechos por los alimentos que podían comer en
abundancia y sin perjuicio, no habrían perdido el favor de Dios, ni
habrían sido castigados por su murmuración rebelde cuando gran número de
ellos pereció.—Spiritual Gifts 4:15-18 (1864).
El propósito de Dios para Israel
644.
Cuando Dios sacó a los hijos de Israel de Egipto, era su propósito
establecerlos en la tierra de Canaán, para que constituyeran un pueblo
puro, feliz y lleno de salud. Consideremos los medios por los cuales él
quería realizar esto. Los sometió a un sistema de disciplina que, si lo
hubieran seguido alegremente, habría resultado para el bien, tanto de
ellos mismos como de su posteridad. Quitó la carne de su alimentanción
en gran medida. Les había concedido carne en respuesta a sus clamores,
precisamente antes de llegar al Sinaí, pero fue provista solamente por
un día. Dios podría haber provisto carne tan fácilmente como maná, pero
impuso al pueblo una restricción para su bien. Era el propósito de Dios
proveerles un alimento más adecuado a sus necesidades que el régimen
afiebrante al cual muchos de ellos habían estado acostumbrados en
Egipto. El apetito pervertido debía ser reducido a un estado más
saludable, para que pudieran disfrutar de los alimentos provistos
originalmente para el hombre: las frutas de la tierra, que Dios les dio a
Adán y Eva en el Edén. Si ellos hubieran estado dispuestos a negarse la
satisfacción del apetito en obediencia a las restricciones divinas, la
debilidad y la enfermedad habrían sido desconocidas entre ellos. Sus
descendientes habrían poseído fuerza física y mental. Habrían tenido
claras percepciones de la verdad y del deber, un discernimiento agudo, y
un juicio sano. Pero no estaban dispuestos a someterse a los
requerimientos de Dios, y dejaron de alcanzar la norma que él había
establecido para ellos, y de recibir las bendiciones que habrían sido
suyas. Murmuraron bajo las restricciones de Dios, y codiciaron las ollas
de carne de Egipto. Dios les permitió tener carne, pero esto les
acarreó una maldición.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 118, 119 (1890).
Un ejemplo para nosotros
645.
“Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no
codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron”. “Y estas cosas les
acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a
nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos”.—1 Corintios 10:6, 11.
646.
La iglesia en general en Battle Creek no ha sostenido el instituto por
su ejemplo. Sus miembros no han honrado la luz de la reforma pro salud
practicándola en el seno de sus familias. La enfermedad que aquejó a
muchas familias en Battle Creek no necesitaría haberles sobrevenido, si
ellas hubieran seguido la luz que Dios les diera. A semejanza del Israel
de antaño, han desatendido la luz, y no veían mayor necesidad de
restringir su apetito que la que vio el Israel antiguo. Los hijos de
Israel querían tener carne para comer y dijeron, como dicen muchos hoy:
moriremos sin carne. Dios le dio carne al rebelde Israel, pero su
maldición estaba sobre ella. Miles de ellos murieron mientras la carne
que habían deseado aún estaba entre sus dientes. Tenemos el ejemplo de
los israelitas de antaño, y la advertencia para nosotros es que no
hagamos como ellos hicieron. Su historia de incredulidad y rebelión está
registrada como una advertencia especial para que no sigamos su ejemplo
de quejarnos contra los requerimientos divinos. ¿Cómo podemos decidir
en forma tan indiferente, eligiendo nuestra propia conducta, siguiendo
lo que nuestros propios ojos ven, y apartándonos más y más de Dios, como
hicieron los hebreos? Dios no puede hacer grandes cosas en favor de su
pueblo debido a la dureza del corazón y a la pecaminosa incredulidad.
Dios
no hace acepción de personas; sino que en toda generación los que temen
al Señor y obran con justicia son aceptados por él; en tanto que los
murmuradores, los descreídos y los rebeldes no tendrán su favor o las
bendiciones prometidas a los que aman la verdad y andan en ella. Los que
tienen la luz y no la siguen, sino que desatienden los requerimientos
de Dios, hallarán que las bendiciones que les pertenecían se
transformarán en maldiciones, y las misericordias reservadas para ellos
se convertirán en juicios. Dios quiere que aprendamos humildad y
obediencia mientras leemos la historia del antiguo Israel, que era su
pueblo peculiar y escogido, pero que provocó su propia destrucción al
seguir sus propios caminos.—Testimonies for the Church 3:171, 172 (1873).
647.
Nuestros hábitos de comer y beber muestran si somos del mundo o si
pertenecemos al número de personas a quienes el Señor ha cortado del
mundo por medio de su poderosa hacha de la verdad. Estos constituyen su
pueblo peculiar, celoso de buenas obras. Dios ha hablado en su Palabra.
El caso de Daniel y de sus tres compañeros contiene sermones sobre la
reforma pro salud. Dios ha hablado en la historia de los israelitas, a
quienes no les concedió un régimen a base de carne, para su propio bien.
Los alimentó con pan del cielo; “pan de nobles comió el hombre”. Pero
ellos estimularon su apetito terreno; y cuanto más concentraban sus
pensamientos en las ollas de carne de Egipto, tanto más odiaban la
comida que Dios les daba para mantenerlos en un buen estado de salud
física, mental y moral. Anhelaban las ollas de carne, y en esto hicieron
lo mismo que lo que muchos hacen en nuestros propios días.—Testimonies for the Church 6:372 (1900).
[Declaraciones adicionales con respecto al uso de carne por parte de los antediluvianos y los israelitas—231, 233]
De vuelta al régimen original
648.
Una y otra vez se me mostró que Dios está tratando de guiarnos de
vuelta, paso a paso, a su plan original: que el hombre subsista a base
de productos naturales de la tierra.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 119; Counsels on Health, 450 (1890).
649.
Las hortalizas, las legumbres, las frutas y los cereales deben
constituir nuestro régimen alimenticio. Ni un gramo de carne debiera
entrar en nuestro estómago. El consumo de carne es antinatural. Hemos de
regresar al propósito original que Dios tenía en la creación del
hombre.—Manuscrito 115, 1903.
650.
¿No es tiempo ya de que todos prescindan de consumir carne? ¿Cómo
pueden seguir haciendo uso de un alimento cuyo efecto es tan pernicioso
para el alma y el cuerpo los que se esfuerzan por llevar una vida pura,
refinada y santa, para gozar de la compañía de los ángeles celestiales?
¿Cómo pueden quitar la vida a seres creados por Dios y consumir su carne
con deleite? Vuelvan más bien al alimento sano y delicioso que fue dado
al hombre en el principio, y tengan ellos mismos y enseñen a sus hijos a
tener misericordia de los seres irracionales que Dios creó y puso bajo
nuestro dominio.—El Ministerio de Curación, 244 (1905).
La preparación para la traslación
651.
Los que esperan la venida del Señor, con el tiempo eliminarán el
consumo de carne; la carne dejará de formar parte de su régimen. Siempre
debiéramos tener este fin en cuenta, y esforzarnos para avanzar
firmemente hacia él. No puedo pensar que en la práctica del consumo de
carne nos hallemos en armonía con la luz que a Dios le ha agradado
darnos. Todos los que están relacionados con nuestras instituciones de
salud debieran estar educándose especialmente para subsistir a base de
frutas, cereales, legumbres y hortalizas. Si obramos guiados por
principios en cuanto a estas cosas, si como reformadores cristianos
educamos nuestro propio gusto, y colocamos nuestro régimen en armonía
con el plan de Dios, podremos influir en otras personas, en esta
materia, lo cual será agradable para Dios.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 119 (1890).
652.
El principal objetivo del hombre no es gratificar su apetito. Existen
necesidades físicas que deben suplirse; pero ¿es necesario que debido a
esto el hombre sea dominado por el apetito? ¿Continuarán quitándole la
vida a las criaturas de Dios, para saborear su carne como un manjar
delicioso, esas mismas personas que tratan de ser santas, puras y
refinadas para disfrutar de la compañía de los ángeles celestiales?
Según lo que el Señor me ha mostrado, este orden de cosas debe ser
cambiado, y entonces el pueblo peculiar de Dios ejercerá temperancia en
todas las cosas.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 48; Counsels on Health, 116 (1890).
653.
Los que han recibido instrucciones acerca de los peligros del consumo
de carne, té, café y alimentos demasiado condimentados o malsanos, y
quieran hacer un pacto con Dios por sacrificio, no continuarán
satisfaciendo sus apetitos con alimentos que saben son malsanos. Dios
pide que los apetitos sean purificados y que se renuncie a las cosas que
no son buenas. Esta obra debe ser hecha antes que su pueblo pueda estar
delante de él como un pueblo perfecto.—Joyas de los Testimonios 3:354 (1909).
654.
Es para el propio bien de la iglesia remanente por lo que el Señor le
aconseja a ella que descarte el uso de la carne, el té y el café, así
como otros alimentos perjudiciales. Hay abundancia de otras cosas que
podemos usar, para sostener nuestra vida, que son sanas y buenas.—Manuscrito 71, 1908.
Perfeccionando la santidad
655.
Deben verse mayores reformas entre nuestros hermanos que pretenden
estar esperando la pronta venida de Cristo. La reforma pro salud ha de
hacer entre nuestros hermanos una obra que todavía no se ha hecho. Hay
personas que debieran estar despiertas ante el peligro de comer carne,
pero que continúan consumiendo carne de animales, poniendo así en
peligro la salud física, mental y espiritual. Muchos que están hoy
solamente medio convertidos con respecto al consumo de carne abandonarán
el pueblo de Dios para no andar más con él.
En
todas nuestras obras debemos obedecer las leyes que Dios ha dado, para
que las energías físicas y espirituales puedan obrar armoniosamente. Los
hombres pueden tener una forma de piedad, pueden aun predicar el
Evangelio, y sin embargo no estar purificados ni santificados. Los
ministros deben ser estrictamente temperantes en su comer y beber, no
sea que hagan sendas torcidas para sus pies, desviando al cojo—los que
son débiles en la fe—del camino. Si mientras proclaman el más solemne e
importante mensaje que Dios jamás haya dado, los hombres combaten la
verdad complaciendo hábitos incorrectos de comer y beber, quitan toda la
fuerza del mensaje que llevan.
Los
que se complacen en comer carne, en tomar té y en la glotonería, están
sembrando semillas cuya cosecha será dolor y muerte. Los alimentos no
saludables colocados en el estómago fortalecen los apetitos que combaten
contra el alma, y así se desarrollan las propensiones inferiores. Un
régimen a base de carne tiende a desarrollar la animalidad. El progreso
de la animalidad disminuye la espiritualidad, y hace que la mente
resulte incapaz de comprender la verdad.
La
Palabra de Dios nos amonesta claramente que a menos que nos abstengamos
de la concupiscencia de la carne, la naturaleza física será puesta en
conflicto con la naturaleza espiritual. El acto de comer lujuriosamente
está en pugna contra la salud y la paz. Así se establece una guerra
entre los atributos más elevados y los más bajos del hombre. Las
propensiones inferiores, poderosas y activas, oprimen el alma. Los
intereses superiores del ser son puestos en peligro por la indulgencia
de los apetitos no sancionados por el cielo.—The Review and Herald, 27 de mayo de 1902; Counsels on Health, 575, 576.
656.
Los que pretenden creer la verdad han de custodiar cuidadosamente las
facultades del cuerpo y la mente, de manera que Dios y su causa no sean
de ninguna manera deshonrados por sus palabras o acciones. Los hábitos y
las prácticas han de someterse a la voluntad de Dios. Hemos de dar
cuidadosa atención a nuestro régimen. Se me ha presentado claramente que
el pueblo de Dios ha de tomar una posición firme en contra del consumo
de carne. ¿Estaría Dios dando a su pueblo durante treinta años el
mensaje de que si sus hijos desean tener sangre pura y mentes claras,
deben abandonar el uso de la carne, si él no quisiera que ellos
prestaran atención a su mensaje? Por el empleo de la carne se fortalece
la naturaleza animal, y la naturaleza espiritual se debilita.—Carta 48, 1902.
657.
Los males morales derivados del consumo de la carne no son menos
patentes que los males físicos. La carne daña la salud; y todo lo que
afecta al cuerpo ejerce también sobre la mente y el alma un efecto
correspondiente. Pensemos en la crueldad hacia los animales que entraña
la alimentación con carne, y en su efecto en quienes los matan y en los
que son testigos del trato que reciben. ¡Cuánto contribuye esto a
destruir la ternura con que deberíamos considerar a estos seres creados
por Dios!—El Ministerio de Curación, 242, 243 (1905).
658.
El uso común de la carne de animales muertos ha tenido una influencia
deteriorante sobre la moral así como sobre la constitución física. Una
salud pobre, en una variedad de formas, revelaría ser resultado seguro
del consumo de carne, si pudiera rastrearse la causa del efecto.—Manuscrito 22, 1887.
659.
Los que usan carne desatienden todas las advertencias que Dios ha dado
concerniente a esta cuestión. No tienen evidencia de que andan en sendas
seguras. No tienen la menor excusa por comer carne de animales muertos.
La maldición de Dios descansa sobre la creación animal. Muchas veces
cuando se come carne, ésta se descompone en el estómago, y produce
enfermedad. El cáncer, los tumores y las enfermedades pulmonares son
producidos mayormente por el consumo de carne.—Pacific Union Recorder, 9 de octubre de 1902.
660.
Ojalá que todos pudieran discernir estos asuntos como me fueron
presentados, todos aquellos que ahora son tan descuidados, tan
indiferentes con respecto a la edificación de su carácter; los que
defienden el régimen a base de carne, nunca abrirían sus labios para
justificar un apetito que requiere la muerte de los animales. Tal
régimen contamina la sangre en sus venas, y estimula las propensiones
animales inferiores. Debilita la percepción aguda y el vigor de
pensamiento para entender a Dios y la verdad, y para lograr un
conocimiento de sí mismo.—Manuscrito 3, 1897.
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