La alimentación y la salud - Elena G. White
Participante de la naturaleza divina
Jesús confió en la sabiduría y fuerza de su Padre celestial. Declara: “Jehová el Señor me ayudará; por tanto no he sido abochornado;... y que sé que no seré avergonzado.... He aquí que Jehová me ayudará”. Llamando la atención a su propio ejemplo, él nos dice: “¿Quién hay de entre vosotros que teme a Jehová,... que anda en tinieblas y no tiene luz? ¡Confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios!”
“Viene el príncipe de este mundo—dice Jesús;—mas no tiene nada en mí”. No había en él nada que respondiera a los sofismas de Satanás. El no consintió en pecar. Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación. Así también podemos hacer nosotros. La humanidad de Cristo estaba unida con la divinidad. Fue hecho idóneo para el conflicto mediante la permanencia del Espíritu Santo en él. Y él vino para hacernos participantes de la naturaleza divina. Mientras estemos unidos con él por la fe, el pecado no tendrá dominio sobre nosotros. Dios extiende su mano para alcanzar la mano de nuestra fe y dirigirla a asirse de la divinidad de Cristo, a fin de que nuestro carácter pueda alcanzar la perfección.—El Deseado de Todas las Gentes, 98-99 (1898).
Resultados de rechazar la luz
La enfermedad que ha visitado a muchas familias en _____ no habría ocurrido si ellos hubieran obedecido la luz que Dios les ha dado. Lo mismo que el antiguo Israel, rechazaron la luz y no vieron la necesidad de restringir su apetito. Los hijos de Israel deseaban la carne y lo mismo que muchos en la actualidad, decían: “Sin carne, moriremos”. Dios les dio carne a los israelitas rebeldes, pero su maldición iba con ella. Miles de ellos murieron con la carne que tanto habían deseado aun entre sus dientes. El ejemplo del antiguo Israel constituye una advertencia a no hacer lo que ellos hicieron... ¿Cómo podemos ser tan indiferentes, y escoger nuestro propio camino, para andar tras la vista de nuestros ojos, y apartarnos más y más de Dios como lo hicieron los hebreos? Dios no puede realizar grandes cosas en favor de su pueblo debido a la dureza de corazón y la incredulidad pecaminosa de ellos.
Dios no hace acepción de persona, pero en cada generación los que temen al Señor y obran píamente son aceptados por él, mientras que los murmuradores, incrédulos y rebeldes, no obtendrán su favor ni las bendiciones prometidas a los que aman la verdad y caminan en ella. Los que han recibido la luz y no la siguen, hallarán que sus bendiciones se convertirán en maldiciones y sus misericordias en juicios. Dios quisiera que aprendiéramos a ser humildes y obedientes al leer la historia del Israel antiguo, su pueblo escogido, pero que se destruyó a sí mismo al seguir sus propios caminos.—Testimonies for the Church 3:171-172 (1872).
Fidelidad a las leyes de salud
Estoy convencida de que nadie necesita enfermarse en ocasión de un congreso, si observan las leyes de salud al preparar los alimentos. Si no hacen tortas ni pasteles, sino que preparan sencillo pan de harina de trigo entero, y se alimentan de fruta, enlatada o seca, no necesitan enfermarse al prepararse para las reuniones, ni tampoco durante las reuniones. Nadie debiera pasar todo el congreso sin alimentos calientes...
No es necesario que los hermanos y las hermanas se enfermen en el campamento. Si se visten en forma adecuada, de acuerdo con el fresco de la mañana y de la noche, y son cuidadosos en cambiar su vestimenta de acuerdo con los cambios de temperatura para preservar una correcta circulación, y observan estrictamente la regularidad en el sueño y en la ingestión de alimentos sencillos, no comiendo nada entre comidas, no necesitan enfermarse... Los que han estado ocupados en duras faenas día tras día, ahora interrumpen su ejercicio; por lo tanto no debieran ingerir el promedio habitual de alimentos. Si así lo hacen, recargarán el estómago. Deseamos que las facultades del cerebro funcionen con vigor especial en estas reuniones y que estén en las condiciones más saludables para oír la verdad, apreciarla, y retenerla, para que otros puedan practicarla después de regresar de las reuniones. Si el estómago está recargado con exceso de alimentos, aunque sean sencillos, la fuerza del cerebro se usará para ayudar a los órganos digestivos. Hay una sensación de embotamiento en el cerebro. Es casi imposible mantener los ojos abiertos. Las mismas verdades que debieran oírse, comprenderse y practicarse se pierden completamente por causa del malestar o porque el cerebro está casi paralizado como consecuencia de la cantidad de alimentos ingeridos.—Testimonies for the Church 2:602-603 (1871).
Cocina sana
Muchos no lo consideran un deber, y por esta razón ni siquiera hacen un esfuerzo por cocinar su comida en forma apropiada. Esto se puede lograr en una forma tan sencilla, saludable y fácil, sin el uso de manteca, mantequilla o carne. La pericia debe ir unida con la simplicidad. Para lograr esto, las mujeres deben leer, y luego con mucha paciencia deben emplear en la práctica lo que han leído. Muchos sufren por no tomarse la molestia de hacer esto. A los tales les digo: Es tiempo que despierten sus energías latentes y se pongan a leer. Aprendan a cocinar con sencillez, y a la vez de tal manera que puedan lograr platillos sabrosos y saludables.
Puesto que es equivocado cocinar sólo para gratificar el gusto o el apetito, nadie debiera pensar que una dieta empobrecida es correcta. Muchos están debilitados por la enfermedad y necesitan una dieta sustanciosa, nutritiva y bien cocinada. Muchas veces encontramos que el pan integral nos cae pesado, no está bien cocido y tiene un sabor amargo. Esto es el resultado de la falta de interés por aprender y por realizar bien la importante tarea de cocinar. A veces encontramos unos bizcochos de harina gruesa, o bollos blandos, secos, a medio hornear, y otras cosas por el estilo. Luego, algunas personas que cocinan les dirán que son muy hábiles en el estilo antiguo de cocinar, pero en realidad, a sus familias no les gusta el pan integral; y se morirían de hambre si lo tuvieran que comer como parte regular de su dieta.
Muchas veces me he dicho a mí misma que eso no me sorprende en lo más mínimo. Es la forma de preparar los alimentos lo que los hace tan desabridos. Tener que comer estos alimentos, seguramente produciría dispepsia.
Estas pobres personas que cocinan y los que tienen que comer sus platillos, podrán decir con toda seriedad que la reforma pro salud no les asienta bien. El estómago no tiene la capacidad de transformar pan mal hecho, pesado y amargo, en buen pan; pero este tipo de pan, sí tiene el poder de convertir un estómago saludable a uno enfermo. Los que comen este tipo de alimento, saben que se están debilitando. ¿Cuál será la razón? Algunas de estas personas se consideran reformadores de la salud, pero no lo son. No saben cocinar. Preparan pasteles, papas y pan integral, pero todo es lo mismo. No hay variación, y no se fortalece el organismo. Creen que es una pérdida de tiempo el dedicarse a obtener una experiencia más completa en la preparación de alimentos saludables y sabrosos.
Aprendan a cocinar
Con frecuencia nuestras hermanas no saben cocinar. A las tales quiero decirles: Yo iría a la mejor cocinera que se pudiera hallar en el país, y permanecería a su lado si fuese necesario durante semanas, hasta llegar a dominar el arte de preparar los alimentos, y ser una cocinera inteligente y hábil. Obraría así aunque tuviese cuarenta años de edad. Es vuestro deber saber cocinar, y lo es también enseñar a vuestras hijas a cocinar. Cuando les enseñáis el arte culinario, edificáis en derredor de ellas una barrera que las guardará de la insensatez y el vicio que de otra manera podría tentarlas. Yo aprecio a mi costurera y a mi copista; pero mi cocinera, que sabe preparar el alimento que sostiene la vida y nutre el cerebro, los huesos y los músculos, ocupa el puesto más importante entre los ayudantes de mi familia.—Testimonies for the Church 2:370 (1869).
Un talento esencial
Es un deber religioso de los que se ocupan de la tarea de cocinar, aprender a preparar alimentos saludables en maneras diferentes, para que puedan ser ingeridos con gozo. Las madres deben enseñar a sus hijos a cocinar. ¿Cuál otro aspecto de la educación de una joven podría recibir tanta importancia como éste? La alimentación tiene que ver con la vida. Los alimentos mal cocinados, escasos y empobrecidos, deterioran constantemente la sangre, al debilitar los órganos que la producen. Es de suma importancia que se considere el arte culinario como una de las fases más importantes de la educación. Existen pocas personas que realmente sean buenas cocineras. Las jóvenes consideran que llegar a ser cocineras es como rebajarse a un oficio menor. Esto no es así. No observan el asunto desde el ángulo adecuado. El conocimiento de cómo preparar alimentos saludables, especialmente pan, no es una ciencia cualquiera...
Las señoritas deben ser instruidas concienzudamente en el arte de cocinar. Cualesquiera que sean las circunstancias por las cuales atraviesen en la vida, siempre podrán utilizar este conocimiento en forma práctica. Es una rama de la educación, con una influencia más directa sobre la vida humana, especialmente sobre la de nuestros seres queridos. Muchas esposas y madres que no han tenido la educación correcta y carecen de habilidades culinarias, diariamente dan a sus familias alimentos mal preparados, que destruyen implacablemente los órganos digestivos, producen sangre de mala calidad y acarrean frecuentemente ataques agudos de enfermedades inflamatorias y causan una muerte prematura.
Muchos han descendido a la tumba por comer pan agrio y pesado. Se me relató el caso de una sirvienta que hizo pan agrio. Como le quedó pesado, quiso deshacerse de él y ocultar el problema, de modo que les dio la masa a un par de puercos muy grandes. Al día siguiente el dueño de casa encontró a sus puercos muertos. Entonces hizo algunas averiguaciones y la muchacha confesó lo que había hecho. Nunca pensó en el efecto que tal pan tendría sobre los puercos. Si un pan agrio pudo matar a los puercos, aunque estos animales son capaces de devorar víboras de cascabel y casi cualquier cosa detestable, ¿qué efecto tendrá sobre un órgano tan delicado, como el estómago humano?
Cada niña y mujer cristiana tienen el deber sagrado de aprender inmediatamente a hacer buen pan, dulce y liviano, preparado con harina de trigo integral no refinada. Las madres deben llevar a sus hijas a la cocina desde una edad temprana y enseñarles el arte de cocinar. La madre no puede esperar que sus hijas comprendan los secretos de las artes domésticas sin educación. Debe instruirlas pacientemente y con amor, haciendo el trabajo tan agradable como le sea posible, con un rostro alegre y palabras de aprobación. Si fracasan una, dos o tres veces, no las debe censurar. El desánimo ya ha comenzado y se sienten tentadas a decir: “No vale la pena, no puedo hacerlo”. Este no es el momento de censurar. El fracaso ha hecho que su voluntad comience a debilitarse. Necesitan el ánimo de palabras de esperanza y aliento, tales como: “No te preocupes por los errores que has hecho. Estás aprendiendo y es de esperar que cometas errores. Inténtalo de nuevo; concéntrate en lo que haces; sé cuidadosa y ciertamente aprenderás”.
Muchas madres no se dan cuenta de la importancia de esta rama de conocimiento y en vez de preocuparse por instruir a sus hijos y soportar sus errores mientras aprenden, prefieren hacer el trabajo ellas mismas. Cuando sus hijas cometen un error, las sacan de la cocina diciéndoles: “No vale la pena, tú no puedes hacer nada bien. Me estorbas más de lo que me ayudas”.
De esta manera los primeros esfuerzos de las que quieren aprender son rechazados y su interés y entusiasmo son enfriados de tal manera que temen intentar de nuevo, y tratarán de coser, tejer y limpiar casas pero nunca cocinar...
Las madres deben llevar consigo a sus hijas a la cocina y educarlas pacientemente. Su constitución física mejorará gracias a este trabajo; sus músculos se fortalecerán, y sus meditaciones serán más saludables y elevadas al final del día. Podrán sentirse cansadas, pero ¡qué dulce es el descanso después de una cantidad adecuada de trabajo! El sueño, ese dulce restaurador de la naturaleza, vigorizará al cuerpo cansado y lo preparará para los deberes del día siguiente. No les diga a sus hijos que no importa si trabajan o no. Enséñeles que usted necesita de su ayuda, que su tiempo es de valor y que depende del trabajo de ellos.
Pan perjudicial
A veces, durante mis ausencias de casa, sabía que el pan y el alimento en general que había sobre la mesa me iban a perjudicar; pero me veía obligada a comer un poco para sustentar la vida. Es un pecado a los ojos del cielo ingerir tales alimentos. He sufrido por falta de alimento apropiado. Para un estómago dispéptico, podéis colocar sobre vuestras mesas frutas de diferentes clases, pero no demasiadas en una comida. De esta manera podéis tener variedad y alimentos de buen gusto, y después de comer os sentiréis bien...—Testimonies for the Church 2:373 (1869).
Hay que cambiar el régimen
Las personas acostumbradas a complacer su apetito por la carne, las salsas muy sasonadas y una variedad de pasteles grasosos y conservas, no pueden disfrutar inmediatamente de un régimen nutritivo saludable y sencillo. Tienen el gusto tan pervertido que no apetecen una alimentación saludable compuesta de frutas, pan y vegetales. No deben esperar que al principio sean capaces de disfrutar de alimentos tan diferentes de los que acostumbran consumir. Si no pueden gustar de la comida sencilla, debieran ayunar hasta que lo logren. Ese ayuno les será de mayor beneficio que la medicina, porque de ese modo el estómago recargado hallará el descanso que tanto necesitaba; el hambre verdadera puede ser satisfecha con una alimentación sencilla.
Le tomaría tiempo al paladar para recuperarse de los abusos a que ha sido sometido y recobrar su estado natural. Pero la insistencia en el control del modo de comer y beber hará que los alimentos saludables y sencillos sean agradables al paladar y pronto serán ingeridos con mayor satisfacción de la que disfruta un gastrónomo al comer sus platillos suculentos. Entonces el estómago no se verá afiebrado ni sobrecargado con carnes, sino que se mantendrá en condición saludable y realizará con facilidad su labor. Esta obra de reforma no debe tardar. Se necesita realizar un esfuerzo para conservar cuidadosamente la fortaleza de las facultades vitales, eliminando toda carga abrumadora. Tal vez el estómago nunca recobre la salud, pero un régimen adecuado evitará una mayor debilidad y muchos se recuperarán parcialmente, a menos que hayan ido demasiado lejos en su autodestrucción por causa de la glotonería.
Una combinación dañina
Acerca de la leche y el azúcar, diré lo siguiente: Conozco personas que se han asustado por la reforma pro salud, y han dicho que no querían saber nada de ella, porque hablaba contra el uso copioso de estas cosas. Los cambios deben hacerse con gran cuidado; y debemos obrar cautelosa y sabiamente. Necesitamos seguir una conducta que nos recomiende a los hombres y mujeres inteligentes del país. Las grandes cantidades de leche y azúcar ingeridas juntas son perjudiciales. Comunican impurezas al organismo... El azúcar recarga el organismo y estorba el trabajo de la máquina viviente.
Hubo un caso en el Condado de Montcalm, Míchigan, al que me voy a referir. Esta persona era un hombre noble. Medía un metro ochenta y tenía un aspecto agradable. Me llamaron a visitarlo porque estaba enfermo. Antes había conversado con él con respecto a su modo de vivir. “No me gusta el aspecto de sus ojos,” le dije. Consumía grandes cantidades de azúcar. Le pregunté por qué lo hacía. Contestó que había abandonado la carne, y que no sabía qué otra cosa podía reemplazarla mejor que el azúcar.
Algunos de vosotros enviáis a vuestras hijas, que son casi mujeres, a la escuela a aprender ciencias antes de saber cocinar, cuando esto debiera ser considerado como de primera importancia. He aquí una mujer que no sabía cocinar; no había aprendido cómo preparar comida saludable. La esposa y madre era deficiente en este aspecto de su educación; y como resultado, como el alimento mal preparado no era suficiente para satisfacer las exigencias del organismo, se comía azúcar sin moderación, lo que enfermaba el organismo...
Cuando fui a ver a este hombre enfermo traté de explicarle del mejor modo posible cómo mejorar su situación, y pronto comenzó a sentirse mejor. Pero imprudentemente se esforzó más allá de sus posibilidades, comió alimentos en poca cantidad pero de baja calidad, y se enfermó nuevamente. Esta vez no hubo remedio. Su organismo parecía una masa viviente de corrupción. Murió víctima de una alimentación deficiente. Trató de que el azúcar ocupara el lugar de la buena alimentación, y esto sólo empeoró las cosas.
Con frecuencia me siento a las mesas de los hermanos y veo que usan grandes cantidades de leche y azúcar. Estas recargan el organismo, irritan los órganos digestivos y afectan el cerebro. Cualquier cosa que estorba el movimiento activo del organismo, afecta muy directamente al cerebro. Y por la luz que me ha sido dada, sé que el azúcar, cuando se usa copiosamente, es más perjudicial que la carne.
Alimentos desabridos
Conozco familias que han cambiado de un régimen a base de carne a otro deficiente. Su alimento está tan mal preparado que repugna al estómago; y estas personas me han dicho que la reforma pro salud no les sienta bien, pues están perdiendo su fuerza física. Esta es una razón por la cual algunos no han tenido éxito en sus esfuerzos para simplificar su alimentación. Siguen un régimen pobre. Preparan sus alimentos sin esmero ni variación. No debe haber muchas clases de alimentos en una comida, pero cada comida no debe estar compuesta invariablemente de las mismas clases de alimentos. El alimento debe prepararse con sencillez, aunque en forma esmerada para que incite al apetito.
Una dieta empobrecida
He hablado de cuán importante es que la cantidad y la calidad de los alimentos estén estrictamente de acuerdo con las leyes de la salud. Pero no quisiera recomendar un régimen alimentario empobrecido. Se me ha mostrado que muchos adoptan una opinión errónea acerca de la reforma pro salud y siguen un régimen demasiado pobre. Se sustentan con alimentos baratos y de mala calidad, preparados sin cuidado ni consideración por la nutrición del organismo. Es importante que el alimento sea preparado con cuidado y que agrade al apetito no pervertido. Debido a que por principio descartamos el uso de carne, mantequilla, pasteles de carne, especias, tocino y cosas que irritan el estómago y destruyen la salud, nunca debiera inculcarse la idea de que poco importa lo que comemos.
Hay quienes van a los extremos. Según ellos, deben comer cierta cantidad precisa y de una calidad determinada, y limitarse a dos o tres cosas. Permiten que se les sirva, tanto a ellos como a sus familiares, una pequeña cantidad de alimentos. Al comer cantidades reducidas de alimento, que no son de la mejor calidad, no llevan al estómago lo que nutrirá eficazmente el organismo. El alimento de mala calidad no puede convertirse en sangre buena. Un alimento poco nutritivo empobrecerá la sangre...
Se me presentaron dos clases: Primero, los que no vivían de acuerdo con la luz que Dios les había dado... Hay muchos de vosotros que profesáis la verdad, que la habéis recibido porque otros así lo hicieron, y de ningún modo podríais dar razón de vuestra fe. Por esto sois tan débiles e inseguros. En lugar de considerar vuestros motivos a la luz de la eternidad, en vez de tener un conocimiento práctico de los principios que sustentan vuestras acciones, en lugar de haber cavado vosotros mismos hasta el fondo y construído sobre el fundamento correcto, andáis a la luz de lo que otros hicieron. Y fracasaréis en esto como habéis fracasado en la reforma pro salud. Pero si os hubieseis guiado por principios esto no hubiera sucedido.
A algunos no les impresiona la necesidad de comer y beber para la gloria de Dios. La satisfacción del apetito los afecta en todas las relaciones de la vida. Ello se ve en sus familias, en la iglesia, en la reunión de oración y en la conducta de sus hijos. Ha sido la maldición de sus vidas. Es imposible hacerles comprender las verdades destinadas a estos postreros días. Dios ha provisto abundantemente para el sustento y la felicidad de todas sus criaturas; y si no se violasen sus leyes, y si todos obrasen en armonía con la voluntad divina, se experimentaría salud, paz y felicidad, en vez de miseria y malestar continuos.
Otra clase de personas que han adoptado la reforma pro salud son muy estrictas. Toman una posición, y se mantienen empecinadamente en esa posición a toda ultranza...
Ingeridas como alimento las carnes perjudican la sangre. Al cocinar carnes con muchos condimentos, y al comerlas con pasteles y tortas suculentas, se obtiene sangre de mala calidad. El organismo está demasiado recargado para asimilar esa clase de alimentos. Los pasteles de carne y los encurtidos, que nunca debieran hallar cabida en un estómago humano, proporcionarán una sangre de pésima calidad. Y un alimento de mala clase, cocinado en forma impropia y en cantidad insuficiente, no puede formar buena sangre. Los alimentos suculentos a base de carne y un régimen empobrecido producirán los mismos resultados.
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