Orden y limpieza - Consejos Sobre Salud - Elena G. White

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El orden es la primera ley del cielo y el Señor desea que su pueblo revele en sus hogares el orden y la armonía que prevalecen en las cortes celestiales. La verdad nunca posa sus delicados pies en un camino de inmundicia o impureza. La verdad no produce hombres ni mujeres rudos y desordenados. Eleva a todos los que la aceptan a un nivel superior. Bajo la influencia de Cristo se lleva a cabo una obra de constante pulimiento.

A los ejércitos de Israel les fueron dadas instrucciones especiales acerca de la limpieza y el orden que debían caracterizar todas las cosas, dentro de sus carpas y alrededor del campamento, para que el ángel del Señor al pasar por el campamento, no viera sus inmundicias. ¿Acaso el Señor prestaría atención a estos pequeños detalles? Ciertamente; porque el registro declara que no fuera que al ver inmundicia, él no pudiera acompañarlos al campo de batalla.

Aquel que fue tan cuidadoso para que los hijos de Israel cultivaran hábitos de limpieza, no sancionará ninguna impureza en los hogares de su pueblo en la actualidad. Dios desaprueba las impurezas de cualquier clase. ¿Cómo podemos invitarlo a nuestros hogares a menos que todo esté ordenado, limpio y puro?

Una señal externa de pureza interior

Debiera enseñarse a los creyentes que aunque sean pobres, no deben ser sucios en su apariencia personal ni en sus hogares. Se debe ayudar a los que aparentan no comprender el significado ni la importancia de la limpieza. Hay que enseñarles que los que representan al Dios alto y sublime deben mantener sus almas puras y limpias y que esta pureza debe extenderse a su forma de vestir y todo lo concerniente a su hogar, de tal manera que los ángeles ministradores vean las evidencias de que la verdad ha operado un cambio en sus vidas, purificando el alma y refinando los gustos. Después de haber recibido la verdad, los que no cambian su forma de expresarse, su atuendo o su conducta, viven para sí mismos, no para Cristo. No han sido creados de nuevo en Cristo Jesús, para purificación y santidad. 

Algunos son muy descuidados en su apariencia. Necesitan ser guiados por el Espíritu Santo en su preparación para un cielo puro y santo. Dios instruyó a los hijos de Israel que cuando vinieran al monte a escuchar la proclamación de la ley debían hacerlo con cuerpos y ropas limpios. Hoy día su pueblo debe honrarlo con hábitos de pulcritud y escrupulosa pureza. 

Los cristianos serán juzgados por sus frutos. El verdadero hijo de Dios será ordenado y limpio. Si bien debemos evitar la ostentación y los adornos innecesarios, de ninguna manera hemos de ser descuidados e indiferentes tocante a nuestra apariencia externa. Todo lo concerniente a nuestras personas y hogares, debe ser ordenado y atractivo. Debe enseñársele a la juventud la importancia de presentar una apariencia irreprochable, una apariencia que honre a Dios y la verdad. 

El ejemplo de la madre

El vestido de la madre debe ser sencillo, pero aseado y de buen gusto. La madre que viste ropas rasgadas y desaseadas, que piensa que cualquier vestido es apropiado para el hogar, sin importarle cuán sucio o descuidado esté, da a sus hijos un ejemplo que los hará ser desaliñados. Y sobre todo, perderá su influencia sobre ellos. Sus hijos no pueden evitar de notar la diferencia entre ella y quienes visten apropiadamente; y su respeto por ella se debilita. Madres, háganse atractivas, sin necesidad de usar atuendos elaborados sino vestidos apropiados y que les queden bien. Dejen que su apariencia enseñe una lección de buen gusto. Ustedes no deben perder el respeto de sus hijos. 

A los niños se les deben enseñar lecciones de pureza desde su infancia. A temprana edad las madres deben empezar a llenar las mentes de sus hijos con pensamientos puros y santos. Y una manera efectiva de hacerlo es manteniendo limpio y puro todo lo que hay alrededor de ellos. Madres, si ustedes desean que los pensamientos de sus hijos sean puros, dejen que el ambiente que los rodea sea limpio. Permitan que sus recámaras se mantengan escrupulosamente ordenadas y limpias. Enséñenles a cuidar su ropa. Cada niño debiera tener un lugar propio donde guardar su ropa. Pocos padres son tan pobres que no puedan proveer una caja grande para este fin, que puede acondicionarse con gavetas y cubrirse atractivamente. 

Enséñense verdades espirituales

Para enseñar a los niños hábitos de orden se necesitará ocupar un poco de tiempo cada día; pero éste no es tiempo perdido. En el futuro la madre verá recompensados con creces sus esfuerzos. 

Hay que asegurarse que los niños tomen un baño diario y luego frotar sus cuerpos vigorosamente hasta que parezcan relucir. Dígaseles que a Dios no le gusta ver a sus hijos con cuerpos sucios y ropas raídas. Luego hábleseles de la pureza interior. Haga la madre un esfuerzo constante por elevar y ennoblecer a sus hijos. 

Vivimos en los últimos días. Pronto Cristo vendrá para llevar a su pueblo a las mansiones que está preparando para ellos. Pero en esas mansiones no puede entrar nada que contamine. El cielo es puro y santo y los que pasen por las puertas de la ciudad de Dios, deben revestirse aquí de pureza interior y exterior. 
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