La victoria de Cristo en nuestro favor - Consejo Sobre el Régimen Alimenticio por: Elena G. White


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En el desierto de la tentación Cristo hizo frente a las grandes tentaciones fundamentales que habían de asaltar al hombre. Allí se encontró solo con el enemigo sutil y astuto, y lo venció. La primera gran tentación actuó sobre el apetito; la segunda, sobre la presunción; la tercera, sobre el amor al mundo. Satanás ha vencido a millones tentándolos a la complacencia del apetito. Por medio de la gratificación del gusto, el sistema nervioso se excita y el poder del cerebro se debilita, haciendo imposible pensar con calma y en forma racional. La mente se desequilibra. Sus facultades más altas y más nobles son pervertidas para servir a la lujuria animal, y los intereses sagrados y eternos son desatendidos. Cuando se obtiene este objetivo, Satanás puede venir con sus otras dos principales tentaciones y hallar acceso libre. Sus múltiples tentaciones surgen de estos tres grandes puntos principales.—Testimonies for the Church 4:44 (1876). CRA 178.1
238. De todas las lecciones que se desprenden de la primera gran tentación de nuestro Señor, ninguna es más importante que la relacionada con el dominio de los apetitos y pasiones. En todas las edades, las tentaciones atrayentes para la naturaleza física han sido las más eficaces para corromper y degradar a la humanidad. Mediante la intemperancia, Satanás obra para destruir las facultades mentales y morales que Dios dio al hombre como un don inapreciable. Así viene a ser imposible para los hombres apreciar las cosas de valor eterno. Mediante la complacencia de los sentidos, Satanás trata de borrar del alma todo vestigio de la semejanza divina. CRA 179.1
La sensualidad irrefrenada y la enfermedad y degradación consiguientes, que existían en tiempos del primer advenimiento de Cristo, existirán, con intensidad agravada, antes de su segunda venida. Cristo declara que la condición del mundo será como en los días anteriores al diluvio, y como en tiempos de Sodoma y Gomorra. Todo intento de los pensamientos del corazón será de continuo el mal. Estamos viviendo en la víspera misma de ese tiempo pavoroso, y la lección del ayuno del Salvador debe grabarse en nuestro corazón. Únicamente por la indecible angustia que soportó Cristo podemos estimar el mal que representa el complacer sin freno los apetitos. Su ejemplo demuestra que nuestra única esperanza de vida eterna consiste en sujetar los apetitos y pasiones a la voluntad de Dios.—El Deseado de Todas las Gentes, 97, 98 (1898). CRA 179.2
Mirad al salvador
En nuestra propia fortaleza, nos es imposible negarnos a los clamores de nuestra naturaleza caída. Por su medio, Satanás nos presentará tentaciones. Cristo sabía que el enemigo se acercaría a todo ser humano para aprovecharse de las debilidades hereditarias y entrampar, mediante sus falsas insinuaciones, a todos aquellos que no confían en Dios. Y recorriendo el terreno que el hombre debe recorrer, nuestro Señor ha preparado el camino para que venzamos. No es su voluntad que seamos puestos en desventaja en el conflicto con Satanás. No quiere que nos intimiden ni desalienten los asaltos de la serpiente. “Tened buen ánimo—dice—; yo he vencido al mundo”. Juan 16:33, VM. CRA 179.3
Considere al Salvador en el desierto de la tentación todo aquel que lucha contra el poder del apetito. Véalo en su agonía sobre la cruz cuando exclamó: “Sed tengo”. Juan 19:28, VM. El padeció todo lo que nos puede tocar sufrir. Su victoria es nuestra. CRA 180.1
Jesús confió en la sabiduría y fuerza de su Padre celestial. Declara: “Jehová el Señor me ayudará; por tanto no he sido abochornado...; y sé que no seré avergonzado... He aquí que Jehová me ayudará”. Isaías 50:7-9, VM. Llamando la atención a su propio ejemplo, él nos dice: “¿Quién hay de entre vosotros que teme a Jehová..., que anda en tinieblas y no tiene luz? ¡Confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios!” Isaías 50:10. CRA 180.2
“Viene el príncipe de este mundo—dice Jesús—; mas no tiene nada de mí”. Juan 14:30, VM. No había en él nada que respondiera a los sofismas de Satanás. El no consintió en pecar. Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación. Así también podemos hacer nosotros. La humanidad de Cristo estaba unida con la divinidad. Fue hecho idóneo para el conflicto mediante la permanencia del Espíritu Santo en él. Y él vino para hacernos participantes de la naturaleza divina. Mientras estemos unidos con él por la fe, el pecado no tendrá dominio sobre nosotros. Dios extiende su mano para alcanzar la mano de nuestra fe y dirigirla a asirse de la divinidad de Cristo, a fin de que nuestro carácter pueda alcanzar la perfección. CRA 180.3
239. Satanás viene al hombre como vino a Cristo, con su muy poderosa tentación a complacer el apetito. Bien conoce su poder para vencer al hombre en este punto. Venció a Adán y Eva en el Edén en el terreno del apetito, y ellos perdieron su hogar bendito. Lo que acumulara miseria y crimen ha llenado nuestro mundo después de la caída de Adán. Ciudades enteras han sido borradas de la faz de la tierra por los crímenes degradantes y la iniquidad odiosa que las han convertido en una mancha en el universo. La complacencia del apetito fue el fundamento de todos esos pecados.—Testimonies for the Church 3:561 (1875). CRA 180.4
240. Cristo comenzó la obra de redención en el preciso lugar donde comenzó la ruina. Su primera prueba tuvo que ver precisamente con el punto en que Adán falló. Fue por medio de las tentaciones dirigidas contra el apetito como Satanás había vencido a una gran proporción de la raza humana, y su éxito le había hecho sentir que el dominio de este planeta caído estaba en sus manos. Pero en Cristo él encontró a alguien que era capaz de resistirlo, y abandonó el campo de batalla como un enemigo vencido. Jesús dice: “No tiene nada en mí”. Su victoria es una seguridad de que nosotros también podemos salir victoriosos en nuestros conflictos con el enemigo. Pero no es el propósito de nuestro Padre celestial salvarnos sin un esfuerzo de nuestra parte para cooperar con Cristo. Debemos desempeñar nuestra parte, y el poder divino, uniéndose con el esfuerzo humano, producirá la victoria.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 16 (1890). CRA 181.1
[Por nuestra causa Cristo ejerció un dominio propio más fuerte que el hambre o la muerte—295] CRA 181.2
[Cristo fortalecido para resistir por medio de su ayuno; su victoria y ánimo para todos—296] CRA 181.3
[Cuando fue más fieramente tentado, Cristo no comió nada—70] CRA 181.4
[La fuerza de la tentación para complacer el apetito medida por la angustia de Cristo durante su ayuno—298] 

El ejemplo de la victoria de Daniel

241. Las tentaciones a complacer el apetito representan un poder capaz de ser vencido sólo con la ayuda que Dios puede impartir. Pero con cada tentación tenemos la promesa de Dios de que habrá una vía de escape. ¿Por qué, entonces, tantos son vencidos? Es porque no ponen su confianza en Dios. No se valen de los medios provistos para su seguridad. Las excusas ofrecidas para la complacencia del apetito pervertido no tienen, por lo tanto, peso alguno ante Dios. CRA 182.1
Daniel evaluaba su capacidad humana, pero no confió en ella. Su confianza estaba puesta en la fuerza que Dios ha prometido a todos los que acuden a él con humilde dependencia, descansando plenamente en su poder. CRA 182.2
Propuso en su corazón de no contaminarse con la porción de la carne del rey, ni con el vino de su beber; porque sabía que un régimen semejante no fortalecería sus facultades ni aumentaría su capacidad mental. No quería usar vino, ni ningún otro estimulante antinatural; no quería hacer nada que oscureciera su mente; y Dios le dio “conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias”, y también “entendimiento en toda visión y sueños”. Daniel 1:17... CRA 182.3
Los padres de Daniel lo habían educado en su niñez en hábitos de estricta temperancia. Le habían enseñado que debía conformarse a las leyes de la naturaleza en todos sus hábitos; que su comer y beber tenían una influencia directa sobre su naturaleza física, mental y moral, y que era tenido por responsable, delante de Dios, por sus capacidades; pues él las consideraba todas como dones de Dios, y no debía empequeñecerlas o destruirlas por ningún proceder suyo. Como resultado de esta enseñanza, la ley de Dios fue exaltada en su mente, y reverenciada en su corazón. Durante los primeros años de su cautividad, Daniel estaba pasando por una gran prueba que habría de familiarizarlo con la pompa, la hipocresía y el paganismo de la corte. ¡Por cierto que era una extraña escuela para prepararlo para una vida de sobriedad, trabajo y fidelidad! Y sin embargo vivió sin ser corrompido por la atmósfera del mal de la cual estaba rodeado. CRA 182.4
La experiencia de Daniel y de sus jóvenes compañeros ilustra los beneficios que pueden resultar de un régimen abstemio, y muestra lo que Dios hará en beneficio de los que cooperan con él en la purificación y elevación de las almas. Ellos fueron un honor para Dios, y una luz brillante en la corte de Babilonia. CRA 183.1
En esta historia oímos la voz de Dios que se dirige a nosotros individualmente y nos pide que reunamos todos los rayos de luz con respecto a este tema de la temperancia cristiana, para colocarnos en la debida relación con las leyes de la salud.—Christian Temperance and Bible Hygiene, 22, 23 (1890). CRA 183.2
242. ¿Qué hubiera acontecido si Daniel y sus compañeros hubieran transigido con aquellos funcionarios paganos, y hubieran cedido ante la presión del momento, comiendo y bebiendo como era costumbre para los babilonios? Ese solo caso de apartamiento de los principios habría debilitado su sentido de lo justo y su aborrecimiento de lo malo. La complacencia del apetito habría comportado el sacrificio del vigor físico, la claridad intelectual y el poder espiritual. Un paso equivocado probablemente habría conducido a otros, de manera que, cortada su relación con el cielo, habrían sido apartados por la tentación.—The Review and Herald, 25 de enero de 1881Counsels on Health, 66. CRA 183.3
[La claridad mental de Daniel debida a un régimen sencillo y a una vida de oración—117] CRA 183.4
[Más acerca de Daniel—33, 34, 117] 

Nuestro deber cristiano

243. Cuando nos demos cuenta de los requerimientos de Dios, veremos que él nos pide que seamos temperantes en todas las cosas. El propósito de nuestra creación es glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu que son de él. ¿Cómo podremos hacerlo cuando complacemos el apetito en perjuicio de las facultades físicas y morales? Dios exige que presentemos nuestros cuerpos como sacrificio vivo. Entonces se nos impone el deber de preservar este cuerpo en la mejor condición de salud, a fin de poder cumplir con sus requisitos. “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. 1 Corintios 10:31.—Testimonies for the Church 2:65 (1868). CRA 184.1
244. El apóstol Pablo escribe: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. 1 Corintios 9:24-27. CRA 184.2
Hay muchos en el mundo que complacen hábitos perniciosos. El apetito es la ley que los gobierna. Y debido a sus hábitos erróneos, el sentido moral es oscurecido y el poder de discernir cosas sagradas es destruido en gran medida. Pero es necesario que los cristianos sean estrictamente temperantes. Deben colocar la norma alta. La temperancia en el comer, beber y vestir es esencial. Los principios deben tener la primacía en lugar del apetito o la fantasía. Los que comen demasiado, o que ingieren alimentos de una clase objetable, son fácilmente inducidos a la disipación, y a las otras “codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición”. 1 Timoteo 6:9. Los “colaboradores de Dios” deben usar todo ápice de su influencia para estimular la siembra de los verdaderos principios de la temperancia. CRA 184.3
Significa mucho ser leal a Dios. El tiene derechos sobre todos los que están empeñados en su servicio. El desea que la mente y el cuerpo sean preservados en la mejor condición de salud, y que toda facultad y atributo se hallen bajo el dominio divino, y que sean tan vigorosos como los hábitos de cuidado y estricta temperancia puedan hacerlos. Estamos bajo una obligación ante Dios: la de hacer una consagración sin reserva de nosotros mismos a él, en cuerpo y alma, con todas las facultades apreciadas como dones que él nos confiara, para ser empleados en su servicio. CRA 185.1
Todas nuestras energías y capacidades han de ser constantemente fortalecidas y mejoradas durante este período de prueba. Solamente los que aprecian estos principios, y han sido educados a cuidar de sus cuerpos inteligentemente y en el temor de Dios, deben ser elegidos para asumir responsabilidades en esta obra. Los que han estado por mucho tiempo en la verdad, y sin embargo no pueden distinguir entre los principios puros de justicia, y los principios del mal, cuya comprensión con respecto a la justicia, la misericordia y el amor de Dios están entenebrecidos, deben ser relevados de sus responsabilidades. Toda iglesia necesita un testimonio claro y preciso, que dé a la trompeta un sonido certero. CRA 185.2
Si podemos despertar la sensibilidad moral de nuestros hermanos sobre el tema de la temperancia, se ganará una gran victoria. Ha de enseñarse y practicarse la temperancia en todas las cosas de esta vida. La temperancia en el comer, en el beber, en el dormir, en el vestir, es uno de los grandes principios de la vida religiosa. La verdad colocada en el santuario del alma guiará en el tratamiento del cuerpo. Nada que concierna a la salud del agente humano ha de considerarse con indiferencia. Nuestro bienestar eterno depende del uso que hagamos durante esta vida de nuestro tiempo, nuestra energía e influencia.—Testimonies for the Church 6:374, 375 (1900).

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